martes, 14 de julio de 2015

Relato I

"Padece usted dolor de corazón". Fue lo único que me pudo decir aquel doctor. Pensar lo que he recorrido para encontrarlo era desesperante. Asi que salí de su consulta, no sin antes pagarle, algo que no llegue a entender, debido a que no me había aclarado nada. Ya sabía con anterioridad que me dolía el corazón, pues no me dolía nada más. Y sin embargo, deliraba de fiebre, no era capaz de manterme de pie y sufría alucinaciones solo por ese dolor. Ultimamente iba empeorando, y ya no sabía que era peor, si verla y dañarme el corazón o no verla y añorarla con tanta ansia que no pudiera salir de la cama.
" Usted tiene que olvidarla". Fue lo único que me dijo el psicólogo. Y salí de la consulta. Y pague. Y seguí sin entender porque pagaba, pues me había dicho algo que ya sabía. El no podía entender el solo reflejo de su pelo, ligeramente ondulado, frío como el metal. El no podía entender el color de sus labios, aquel rosado que hacía palidecer. El no podía entender el brillo de sus ojos esmeralda, sinceramente, porque era algo que yo tampoco podía entender. Y como no lo podía entender no podia por tanto reconocerla, y podía olvidar. Pero como yo sí lo podía comprender, yo estaba encerrado, y no podía olvidarla.
"¡Mira el pibón que hay ahí!" Fue lo único que dijeron mis amigos. Y nunca entendí como, pese a la música, logré escucharlos. Y nunca entendí porque aquella chica no me hizo efecto, mientras me miraba fijamente con unos ojos brillantes, pero no con su brillo. Lo único que comprendí fueron las caras de mis amigos atónitos, mientras buscaba el tono tibio de su voz. Era algo que ellos no entendían, pues ellos no tenian que olvidar a nadie.
"Mira lo que te ha hecho". Fue lo único que logré comprender de las palabras de mi mejor amigo, al pie de mi cama. Ya no sabía lo que me había hecho. No tenía valor para mirarme en el espejo, dado que intuía que, por algún motivo, recordaría su forma, pese a que no se pareca a la mía. Prefería delirar con los ojos abiertos sobre sus enormes océanos llenos de algas que relucían a la luz del sol. Prefería delirar, pues sabía que la realidad no tenía nada que ofrecerme, por mas que hubiera buscado.
" ¿Quien eres?" Fueron las tibias palabras de aquella chica cuyos ojos relucían aún a la luz de la luna. Porque en un delirio, me había presentado en su casa, en un delirio, había mirado a su balcón, y en un ataque de locura, toqué su timbre en busca de su voz. Y lo único que dije fue "Hola". Y lo único que vi fue su cara sorprendida a la luz del portal. Y me dí cuenta entonces. No era una deidad. No era algo inalcanzable. No había tanta luz en sus ojos. La habia idealizado, y no me había dado cuenta.
" Era un buen chico". Fueron las palabras del cura en mi tumba. Y la gente lloraba y no entendía. Iba a lo médicos y no entendía. Iba al psicologo y no lo entendían. Hablaban con sus amigos y no lo entendían. Y lo único que pudieron hacer era llorar. Y llorar. Y llorar. Y solo la chica del fondo, la que estaba sentada en el banco, dado que no podía ponerse de pie, entendió. Entendió, porque vio el vacío de los ojos de aquel chico, que se había presentado en su casa, y al que solo miró una vez. Entendió, y decidió hundirse con él para no dejarle solo.

1 comentario:

  1. Me ha encantado el relato en sí, muy profundo, muchas conclusiones que sacar. Pero no he entendido el desenlace... :$
    Muy bueno el juego de palabras y oraciones que has entretejido, en serio.
    Muchos besos desde lecturasilenciosas.blogspot.com

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